El principio de solitariedad.

Muy buenas noches.

Hoy venía camino a mi casa y llegué a descubrir una verdad que hasta el momento jamás había siquiera evaluado.
El hecho es que, sin mayores preámbulos, mi trabajo siempre se encontrará sobre el escenario. Eso es un lujo para el artista y un gran honor para mí. Pero, el no haberlo visto antes me había cegado para comprender una realidad retumbante. Pongamoslo de este modo.

Un músico, guitarrista, toca un tango en un restaurant argentino, uno de sus tangos más románticos y sensibles. El artista levanta la vista y ve el efecto que su música provoca en los comensales. Una pareja se levanta a bailar, otros comienzan a mirarse de un modo enternecido. Las manos de los hombres y mujeres se rozan y sus labios se buscan mutuamente.
El músico ha generado un clima de amor e intimidad en los asistentes. Y para el músico es una gran alegría que sea la música que él ejecuta la que provoque esto. Pero hay algo más...

Para el músico de mi metáfora, no existe quien le otorgue las emociones que él mismo provoca con su música. Está destinado a causar, entregar y generar sentimientos y propiciar los contextos para ellos, pero para él, las retribuciones serán monedas en un sombrero...

He aquí el principio solitario del artista, porque su misión es dar sin esperar y, de hecho, sin recibir nada a cambio más que una propina de gratitud.

Gracias y buenas noches.